26 de diciembre de 2012

Hombre bueno, hombre malo

Cuenta la biología que hace millones de años, tras miles de intentos inútiles, varias moléculas consiguieron el inédito objetivo de dar lugar a una célula. Otros millones de intentos más tarde algunas de estas células consiguieron llegar a reproducirse. El milagro de la vida estaba en marcha. 

A partir de ese momento ha habido un mucho de todo: evoluciones, involuciones, revoluciones y devoluciones. Civilizaciones enteras desarrolladas para conseguir acabar con otras. Guerras mundiales, nacionales, locales. Grandes destrucciones masivas y grandiosas creaciones universales. El ser humano ha dado muestras incuestionables de su inmenso poder para lo mejor y su innegable habilidad para lo peor.

Fue el gran genio Leonardo Da Vinci quien dio buena cuenta de todo ello en el dibujo que realizó de "La última cena". No sé si conocen la historia.

Leonardo había finalizado dicho fresco, pintado sobre la pared de una iglesia, salvo un pequeño detalle que le robaba el sueño. Le faltaba para darlo por terminado sólo dos rostros: el de Cristo y el de Judas. El bien y el mal.
Un día, por fin, encontró un modelo que reflejaba fielmente la cara bondadosa de Jesús. La encontró una noche en la ópera. Entre los cantantes había un barítono cuyo rostro era la imagen perfecta de limpieza y pureza. Inmediatamente lo llevó a la iglesia y, sin que tuviera que pagarle nada por ello, inmortalizó aquel rostro angelical.
Posteriormente volvió a tapar la pintura con una cortina para que nadie pudiera observarla hasta acabarla totalmente.
Pasaron los meses y no encontraba cara alguna para el retrato de Judas. Pero una noche, asistió a una pelea entre mendigos. Uno de ellos se mostró tan fiero, desafiante y agresivo que Leonardo se dio cuenta que ya había encontrado el modelo de Judas.
Lo llevó a la iglesia, previo pago por ello y, una vez finalizado el retrato, le preguntó si quería ver la pintura ya terminada. 
"Ya la vi hace tiempo", contestó.
"Imposible. A nadie se lo enseñé nunca", dijo Da Vinci. 
"A mí, sí. Entonces todo me iba bien. La vida me sonreía. Yo fui la cara de Cristo. Hoy, ya ves, le doy rostro a Judas. La vida es así. Todo cambia".

Quien contemple hoy en día la pintura de Da Vinci en la iglesia Santa María delle Grazie, en Milán, descubrirá que ambos personajes comparten rostro. Idénticas facciones para representar el bien y el mal.
Quizás por eso, en estos días en los que acaba el año no dejo de pensar en lo difícil que ha sido para todos, también para los animales. Muchos de ellos conocieron a lo largo de este año la cara más amarga de los hombres y descubrieron cómo fueron capaces de pagar su entrega y fidelidad con abandono y maltrato.
Pero también muchos otros descubrieron la parte buena de éstos en forma de adopciones, familias y hogar.

Ojalá para el próximo año sepamos encontrar la genialidad de la que todos somos capaces y desterrar para siempre la maldad de nuestro lado.

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